Después de estar a cargo de tu negocio por un tiempo, es lógico que ya sepas cómo manejarlo casi por completo. Para llegar a este punto, probablemente hayas hecho de todo, desde contestar el teléfono hasta contratar a un administrador general. Así que con justa razón puedes afirmar que conoces tu empresa al derecho y al revés, en general y al detalle.
En caso de que exista alguna operación de la cual no puedas hacerte cargo de forma personal, quizá uno de tus colaboradores la resuelve sin problemas. Sin embargo, hay excepciones a esta regla. Por lo general, los asuntos demasiado técnicos que se refieren a leyes, contabilidad, administración y mercadotecnia es mejor dejarlos en manos de expertos externos.
Considera que abogados, contadores, administradores y consultores cuentan con conocimientos especializados sobre nichos determinados que tú no podrías –y no deberías– abordar, ya sea personalmente o por medio de un miembro del staff. Si dejas estos asuntos en manos de los expertos –con la debida supervisión de tu parte–, asegurarás el crecimiento de tu negocio.
Si bien con el tiempo tal vez llegues a dominar ciertos términos legales y financieros, algo que resulta muy importante, ¿para qué molestarte tú mismo de estas tareas? Encárgalas a proveedores de servicios profesionales; ellos pueden resolverlas más rápido y de manera más efectiva (y económica) que lo que tu harías. Además, tus habilidades y energías deben concentrarse en desarrollar nuevas áreas de oportunidad para tu compañía.
Asesoría legal y contable
¿Por qué necesitas de un abogado y un contador para crecer? Generalmente, vale la pena consultar a un especialista antes de tomar cualquier decisión empresarial que pueda tener implicaciones legales.
Aquí una lista de algunos asuntos en los que un abogado juega un papel fundamental: establecer o modificar los términos de una sociedad o corporación, revisar que todo se ajuste a los reglamentos en los nuevos escenarios donde planeas hacer negocios, negociar préstamos para financiar la expansión de tu red, obtener registros de marcas o patentes, negociar y preparar documentos para comprar o vender otras compañías o inmuebles, efectuar la cobranza de cuentas morosas, etc.
Muchas de estas consideraciones también aplican para la contratación de un contador, ya que necesitas de la opinión y asesoría de un experto antes de tomar una decisión que pueda tener implicaciones contables, financieras o fiscales. Quizá arrancaste tu empresa con un contador y un abogado que estaban disponibles para responder tus dudas, ayudar a elaborar documentos y resolver los inevitables problemas que implica lanzar una nueva compañía.
Ahora que ya eres un empresario consolidado y que piensas que lo más complicado ya pasó, ¿no sería bueno seguir trabajando con los expertos que fueron clave para llegar a dónde estás? No necesariamente, porque las necesidades de una compañía en crecimiento son diferentes a las que tiene un negocio que está empezando. Por eso, los proveedores de servicios profesionales que te ayudaron en el comienzo podrían no ser buenos elementos para tus requerimientos actuales.
Cuando estabas arrancando, asuntos como la figura legal que adoptaría tu empresa –por ejemplo, un solo propietario o una sociedad– era apremiante. Hoy, tal vez busques cómo estructurar una subsidiaria internacional. Por lo que, hay posibilidades de que el abogado con quien comenzaste no sea capaz de ofrecerte un servicio continuo conforme tu negocio se desarrolle.
De manera similar, al principio los problemas contables –cuando te financiabas con tus ahorros– tenían que ver más bien con asegurarte de llenar correctamente las formas fiscales, así como solicitar la devolución de impuestos. Pero conforme crezcas, tendrás que lidiar con la depreciación del equipo y la propiedad, o establecer controles financieros. Asegúrate de que tu contador domine estas necesidades o es momento de contratar a alguien más.
Fuente:
Entrepreneur. (01 de 06 de 2011). Recuperado el 20 de 09 de 2017, de https://www.entrepreneur.com/article/264246